Hacer familia es el sintagma más en boga para hablar de la familia hoy en día. Se une a estos otros significantes que competen del campo de acción: la deconstrucción, la construcción y la reconstrucción. Estos también son retomados a nivel mediático y conceptual con el aumento de declinaciones tal como la fábrica de… presentes en muchas obras. En estas expresiones, que traducen la actualidad del malestar en nuestra civilización, el acto se relaciona con el sujeto de la voluntad, con el ciudadano autónomo, tendiendo a desvanecerse el registro de la causalidad inconsciente. Se pasa del síntoma familiar a la familia disfuncional que nos trajo la era de lo dis. La relación con la acción, sin embargo, implica siempre en el hombre una causalidad significante: el acto como decisión está en el centro de la acción. Lo que no encaja, la inadecuación, la falta, son objetivados y tratados por la sociedad; lo que se produce sobre la escena del mundo es como sustraído a la dimensión familiar.
En este sintagma Hacer familia se observa la desaparición del artículo una. No se hace una familia, no se forma una familia, no se pertenece a una familia, se hace familia. La parentalidad, término reciente, viene a designar todas las formas de ser y de vivir el hecho de ser padre. Cada uno es reenviado a su identidad parental en tanto esencial, el significante parental viene a reemplazar a aquel de padre y de madre. Así, después de «El padre evaporado «[1], Jacques-Alain Miller predice la evaporación de la madre, la era de los Unos-solos avanza.
Al mismo tiempo, se deben preservar las formas de vínculo que ya no tienen la misma obviedad. Las transformaciones bio-socio-jurídicas de la familia moderna, «el almacenamiento de espermatozoides, la congelación de ovocitos, la inseminación artificial, la fecundación in vitro«, sin olvidar las familias descompuestas, recompuestas en un verdadero caleidoscopio, tienen el efecto, como señala Jacques-Alain Miller, de «irrealizar el estatuto del parentesco»[2]. La irrealización es un concepto significativo. Lacan denunció la irrealización del crimen anidado en los conceptos teóricos que ciertos psicoanalistas post-freudianos aplicaban a los crímenes. De esta manera, demostró que el criminal desaparecía como un ser encarnado, un ser de goce, detrás de la teoría. La parentalidad, que se ha convertido en un concepto teórico, a su vez da un tinte narcisista a los padres, mientras que cualquier metáfora que toque el tener se elimina en favor de una esencialización.
Uno estaría tentado de ver en esta reorganización un lugar y un reconocimiento dado al niño como sujeto. Pero ¿cuál es su reverso? ¿Es el niño menos «objeto» cuando se le considera desde muy temprano como haciendo él también familia? Pensamos aquí en el niño como Uno-solo, tanto como un verdadero objeto de abuso e incesto como adulto al que el padre /madre le confía abiertamente la intimidad de su vida sexual, o incluso el niño que lucha con la locura de uno u otro padre, madre, hermano o hermana, sin ningún saber que lo alivie de ello, lo proteja. Finalmente, es el niño rey, idéntico y transparente a sí mismo, cuyo más mínimo decir es tomado como verdad e inmediatamente le vuelve en la realidad. Tomar los decires al pie de la letra es no ofrecerse al intercambio, no querer hacer síntoma. Esta negación, este rechazo del síntoma es el empuje al goce propio de nuestros tiempos modernos, que constituye un superyó feroz: el de tener que resolver solo los impases de la existencia y de recibir a modo de ayuda y sostén sólo un modo de hacer las cosas, en cierta manera una ayuda técnica.
Este empuje a la ilusión de la realización únicamente personal, o de la ratio igualitaria, tiende a irrealizar, en el sentido de que la relación con el objeto a, es decir la parte asocial de cada uno, se borre. Esto se debe a que el niño se enfrenta a lo ilimitado, que caracteriza al estrago – a falta de castración- que no es otro que la otra cara del amor, su cara de goce.
Podemos pensar esto tanto más cuanto, encontramos en la clínica, bajo la forma de una «inmixión» [3] de goces, lo que hoy se llama un vínculo tóxico. Los direccionamientos al analista, a los lugares de tratamiento y cuidado de orientación lacaniana no disminuyen. Se espera una interpretación más precisa, que no deshumanice, en la que el sujeto encuentre su lugar y se ocupe de su propio real, de su goce, de su singularidad. De esta manera, puede haber oportunidad de salir del malestar de una manera que no sea a través del pasaje al acto.
En este contexto en el que se impone la necesidad de tener que extraerse y hacerse reconocer con los fines de existir, no dejemos de lado la creciente importancia de la palabra pública: testimonios, historias de vida, autobiografías. En la forma de acting, responden al llamado que hacen los medios de comunicación y la opinión pública a un voyerismo que es quizás un deseo de saber. ¿Saber qué? Lo que persiste del caos, de los abusos, del incesto, de los secretos, es decir, de tantos dramas, locuras, estragos que conforman el malestar de su propia familia. Un malestar del que ya no sabemos cómo hablar ya que el discurso del amo lo amordaza; malestar, por definición, indefinible. Un malestar que solo se conoce a través del otro, el alter ego social. El estatus, la profesión, incluso la de influencer, indica el lugar de sustitución de los vínculos que la familia de los Unos parentales se esfuerza por ofrecer.
Por último, los vínculos imaginarios son frágiles. Se derrumban y concluyen en el pasaje al acto que es siempre un franqueamiento de los límites de la palabra. El sujeto perplejo, sin recurso, desaparece como sujeto en el acto en que se precipita y se condensa como objeto. Tentativa salvaje de captar en lo real la causa que se nos escapa, el sentimiento de vida que no se ha inscrito, o la significación de lo sexual que no hace misterio sino enigma, ahí donde ningún lugar puede albergar lo indecible.
La familia se modifica, pero lo ineliminable del vínculo permanece, está «unida por un secreto, […] un secreto sobre el goce». La familia «tiene su origen en el malentendido, en el no-encuentro, en la decepción, en el abuso sexual o en el crimen» [4]. El núcleo de la familia era y sigue siendo aquel donde se aprende a hablar, donde se aprende la lengua materna, se entra, por la vía de la consecuencia del goce, en un discurso, aquel que sostiene la institución familiar. La marca de los modos de goce de una época se inscribe y se transmite. La locura, los dramas, los estragos, los abusos, los crímenes y las perversiones siempre han habitado los corazones de las familias. Desconocidos, reprimidos, protegidos, enmascarados, denunciados o revelados, participan en el drama propio del parlêtre.
Es por ello por lo que le corresponde al analista asumir el desafío de Lacan de «unir a su horizonte la subjetividad de la época» [5]. Lo hace manteniendo el crédito dado a la palabra y sus «efectos de verdad» a los que se anuda la transferencia. «Según Freud, la transferencia marca la adopción del analista por el sujeto: el analista entra, si se me permite decirlo así, en la familia, y beneficia de la autoridad que pertenecía al padre o a la madre, la autoridad de lo que llamaremos el Otro primordial» [6] Hoy en día, el Otro primordial está allí en la forma mínima, la forma mínima de la disimetría necesaria, el padre, lo impar, el Un-Padre sigue siendo el que impacta [é-pater] [7]. É-pater toca, toca el cuerpo, dejando la marca del afecto y del deseo. Impactar para hacer familia.
Los textos que vendrán se referirán a las locuras familiares, a los dramas, a los abusos, al incesto, a los crímenes tal como ocurren en el contexto aquí presentado y dan testimonio del rechazo del síntoma y de su retorno en lo real.
[1] Miller, J.-A. «El padre evaporado», Revista Lacaniana, n° 35. Grama, Buenos Aires, 2024.
[2] Ídem.
[3] Lacan, Jacques. El Seminario, libro 3, Las psicosis, texto establecido por Jacques-Alain Miller. Paidós, Buenos Aires, 2017, p. 276.
[4] Miller, J.-A. «Asuntos de familia en el inconsciente», Enfant terribles et parents exaspérés, París, Navarin, 2023, p. 163. (La traducción es nuestra)
[5] Lacan, Jacques. «Función y campo de la palabra y el lenguaje en el psicoanálisis», Escritos 1. Paidós, Buenos Aires, 2018, p. 308.
[6] Miller, J.-A. «En el principio fue la transferencia”, Ornicar?, nº 58. Navarin, París, 2024, p. 193. (La traducción es nuestra)
[7] Lacan, Jacques. El Seminario, libro 19, …o peor, texto establecido por J.-A. Miller. Paidós, Buenos Aires, 2017, p. 204.
Traducción: Patricio Moreno
Relectura: Patricia Schnirelman